Hasten Fisioterapia es una clínica bilbaína, especializada en dos áreas bien diferenciadas, por un lado la patología neurológica, tanto adquirida como degenerativa, y la RPG – Reeducación Postural Global. Realizan tratamientos a domicilio siempre y cuando la persona susceptible de recibir rehabilitación no pueda desplazarse hasta sus instalaciones. Este centro forma parte de la Silver Economy Taldea y hoy cuentan cómo han abordado esta situación, en especial, cómo han trabajado con la llamada generación silenciosa.

¿Cuándo pusiste en marcha tu proyecto y en qué consiste?

La verdad que hace ya 12 años que Hasten fisioterapia comenzó su andadura. Durante los 10 primeros años la rehabilitación a domicilio en personas adultas con secuela por patología neurológica fue nuestra seña de identidad. Con la fisioterapia buscábamos optimizar los patrones de movimiento alterados por este tipo de patologías como Ictus, Parkinson, ataxias adquiridas y neurodegenerativas, etc.

Con el paso del tiempo querer cubrir otras necesidades de este colectivo hizo germinar la idea del proyecto actual. Se convirtió en imprescindible la apertura de la clínica, hace ya dos años, para poder integrar otras ramas profesionales que cubrieran los servicios de logopedia y de neuropsicología. Trabajamos para lograr la inclusión social de quien ha visto mermada sus habilidades e independencia tras sufrir las secuelas de patología neurológica adquirida o neurodegenerativa. 

¿Qué ha supuesto para tu negocio la situación actual que estamos viviendo por el COVID-19?

La del Covid-19 es una etapa muy triste, no solamente porque hemos tenido que bajar la persiana temporalmente, sino porque nos hemos dado cuenta de que muchas de las personas que tratamos son pacientes mayores, de edad más avanzada y que llamamos la “generación silenciosa”, tienen mucho miedo.

Son personas que han nacido antes de 1945 y que basan su vida cotidiana en el contacto personal. Tienen mucho miedo simplemente de pensar en salir a la calle y melancolía por no poder disfrutar de la cercanía de los seres queridos. Más que nadie han vivido la parte más dura del distanciamiento social y actualmente ya en el periodo de desescalada podemos empezar a pensar que algunas de estas personas pueden enmarcarse dentro de lo que conocemos como “Síndrome de la cabaña”. 

En esta situación el recogimiento dentro del hogar durante la parte más dura del confinamiento, ha supuesto asumir como un entorno seguro y vital el permanecer entre las paredes del propio domicilio. Un domicilio en el que en muchas ocasiones no accedían ni su familia cercana. En estas circunstancias, está resultando complejo el retorno a la calle y a la clínica de este segmento poblacional conocido como “Generación silenciosa”.

¿Qué acciones has puesto en marcha para reajustar tu negocio?

Lo primero medidas de seguridad para las personas trabajadoras mediante la utilización de EPIs, protocolos de admisión de pacientes para mantener distanciamiento social entre las personas usuarias y la implementación de medidas de higienización de la clínica.

En la asistencia domiciliaria igual, la utilización de EPIs y medidas como desinfectar nuestro calzado antes de entrar a una casa es imprescindible para aportar seguridad a quien nos recibe.

Durante la cuarentena hemos monitorizado a pacientes para continuar con la rehabilitación. Hemos constatado que las personas de 75 años en adelante y que viven solas o en pareja, tienen delante una auténtica barrera tecnológica. Muy pocas son las que disponen de un Smartphone y si los tienen, apenas los utilizan para llamar.

Más allá del conocimiento para manejar estas herramientas de forma autónoma, son un grupo social con necesidades de socialización más imperiosas que los demás estratos sociales.

Con la Generación silenciosa las llamadas telefónicas han sido nuestra herramienta principal para mostrarles nuestro apoyo e invitarles a continuar con las actividades terapéuticas que veníamos realizando en la clínica en los momentos pre-Covid-19, con el objetivo de mantener su actividad.

¿Qué has sacado de positivo?

Muchas cosas. Esperanza e ilusión. Mantenemos contacto con las personas más reticentes a dar esos primeros pasos fuera del hogar. Es lo que más desean, salir, pero el miedo sigue presente. El deseo de socializar, de ver a familiares y amistades, de volver a reencontrarnos con las personas que tratamos, ha sido lo mejor. Las miradas y las sonrisas de los reencuentros.